jueves, 19 de agosto de 2010

Vamos a la Segunda Independencia

Policarpa Salavarrieta
Por: Libardo Muñoz

En Latinoamérica estamos celebrando los 200 años de la Independencia, esa de la que siempre escuchamos, de labios de nuestros profesores de primaria y secundaria, rebosantes de emoción, episodios inolvidables.
Galán El Comunero, Manuela Beltrán, Policarpa, Mercedes Ábrego, las luchas contra los impuestos, los alzamientos contra la esclavitud, los primeros mártires, los fusilamientos, la horca y el garrote vil.

En lo que hoy es Colombia, como una de las antiguas colonias de España en nuestro continente, se desarrollaron combates de rebeldía, protagonizados por miles de seres descamisados, descalzos, muchos de ellos anónimos, que cayeron enfrentados a las armas enviadas por el absolutismo del poder monárquico.

El autoritarismo europeo encontró aquí, como en un grupo de países que hoy marchan por los caminos de la integración en busca de soberanía y bienestar, una muralla opositora construida por las mentes más esclarecidas de aquellos días.
Baste citar unos cuantos nombres: Antonio Nariño, Jorge Tadeo Lozano, Caldas, Camilo Torres, José Celestino Mutis y toda la nómina de la Expedición Botánica, portadores de las primeras ideas científicas de avanzada que hicieron temblar de pavor a los autócratas y virreyes colonialistas, porque en ellas ya se hablaba del respeto a los Derechos del Hombre y a las libertades del individuo. Era la aurora del nuevo pensamiento humanístico el que despuntaba en el horizonte.

Romper con la vieja estructura de poder colonial en nuestras tierras, incluyendo Ecuador, Venezuela, Bolivia, Perú, no fue tarea fácil.

Las luchas contra la esclavización, la defensa del derecho a la tierra, fueron procesos cruentos en campos, montañas y valles.
Quitarse de encima el yugo español, el 11 de Noviembre de 1811, verdadero día de la Independencia de Colombia, le costó a Cartagena el sitio del reconquistador Pablo Morillo, la más descomunal fuerza militar desplegada hasta entonces contra una ciudad, calificada como la más grande tragedia vista por el mundo en ese momento, cuyas consecuencias y episodios de resistencia le dieron a esta tierra el título honroso otorgado por Simón Bolívar: Ciudad Heróica.

Cartageneros como José Fernández de Madrid, José Manuel Rodríguez Torices, los Hermanos Piñeres, Ignacio Muñoz, Pedro Romero y muchos otros, si no fueron fusilados, tuvieron que tomar el intrincado camino del exilio, para nunca más pisar estas playas, porque murieron de hambre en tierras extrañas.

Faltaban Boyacá, Ayacucho, Junín, el sacrificio de Sucre, los combates de los Llanos, antes de consolidar repúblicas que aún en nuestros días no logran del todo el bienestar y las conquistas humanas que quisieron nuestros próceres sacrificados, a quienes hay que poner de ejemplo para una urgente y necesaria Segunda Independencia.

La resistencia de ayer fue traicionada por los corruptos de hoy, el sacrificio de aquellos luchadores ilumina el camino correcto que nos debe llevar a una democracia participativa, por la movilización y el debate social, contra la entrega del país a los especuladores de la banca y sus estafadores que han hecho de Colombia un país atrasado, con campesinos desalojados de sus tierras y transformados en mendigos en los semáforos de las ciudades.

El modelo neoliberal del que tanto se ufanan los gobernantes fraudulentos de Colombia agrandó de manera monstruosa el abismo entre opulencia y miseria, en pleno siglo XXI, mientras el imperialismo yanqui, hizo entrar al mundo al nuevo milenio de la mano de una guerra que no tiene por qué ganar.

Para las clases dominantes el Bicentenario fue sólo un desfile y una grosera militarización de las ciudades. Mucho por lo que entregaron su vida nuestros héroes de la Independencia, todavía está sin cumplir.

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