viernes, 23 de julio de 2010

Alirio Traslaviña, conductor de un episodio histórico en Bolívar


Por :Libardo Muñoz

25 años de la Marcha Campesina del Sur de Bolívar.-Alirio Traslaviña nació en 1937, en el otro Rionegro, el de Santander, tiene la edad que dice tener, además, no podría ocultarla porque la aparenta, aunque su corpulencia aún notoria, muestra la lentitud que dan los años.

El 3 de julio de 1985, Alirio Traslaviña se tomó el Parque del Centenario de Cartagena, con 6.800 campesinos del sur de Bolívar, cruzaron aldeas que nadie nunca había oido mencionar, navegaron por ciénagas apartando la taruya tupida e interminable de los esteros poblados de hicoteas y de babillas, caminos y lodazales fueron franqueados bajo lluvia y sol, con mujeres y niños de brazos, con ancianos y peones, en botes y balsas prestados en las riberas hasta formar una marejada humana dispuesta a hacer oir sus necesidades tantas veces manoseadas por la politiquería corrupta de las capitales.

En los oidos de Traslaviña todavía están nítidas las palabras de un maestro de la escuela de su pueblo: "devuélvase mijito, que acaban de matar a Gaitán". Pasaría algún tiempo para que entendiera aquella frase, aunque su madre, una campesina recia, de sombrero oscuro y ojos chispeantes, comprendiera, en el acto, lo que ya estaba sucediendo a más de mil kilómetros de allí.

Alirio cortó madera que enviaba por el río para los aserraderos de Barranquilla, vendió arroz, condujo camiones cargados de plátano de pueblo en pueblo, de yuca y de maíz, montó bebederos de cerveza para chaluperos, cuando tal vez no se cruzaba por su cabeza que sería concejal de Barrancabermeja, que sería hombre de confianza de Rojas Pinilla, de "la capitana" María Eugenia, en los días azarosos en que el Frente Nacional apenas despuntaba en la vida del país y las noticias internacionales comenzaban a mencionar la victoria de los rebeldes de la Sierra Maestra.

La multitud misma nombró a Traslaviña responsable de la marcha campesina porque Alirio conservaba en sus bolsillos de concejal, revueltas con las cuentas de sus negocios, las peticiones que en el Palacio de la Proclamación de Cartagena, sede de la Gobernación de Bolívar pondrían encima del escritorio de Arturo Matson Figueroa y sus funcionarios: vías de penetración, hospitales con médicos permanentes, escuelas, electricidad por redes y profesores para salir de la ignorancia.

En los históricos mármoles del Parque del Centenario Traslaviña sentó a los delegados que Belisario Betancur envió de urgencia para que atendieran una jornada sin precedentes que estaba ocurriendo en Cartagena y que coincidía con el acto de lanzamiento de la Unión Patriótica en la Plaza de Los Coches.

El pueblo de Cartagena tuvo conmovedoras demostraciones de solidaridad con los campesinos que duraron nueve días en el parque. A través de las rejas se daba comida, agua, ropa usada, refrescos y hasta dinero en efectivo que manos generosas donaron a cientos de miles de personas muchas de las cuales veían por primera vez la ciudad m{as mencionada de la Historia Patria.

Aunque el marginamiento de hoy es quizás peor, con otros ingredientes en el Sur de Bolívar, Alirio Traslaviña conmsidera que aquel enorme esfuerzo de la marcha de Cartagena sirvió para abrir un camino al debate social en el cual, él mismo participó de manera notoria como Diputado de la Unión Patriótica a la Asamblea de este Departamento.

Una conversación con Alirio Traslaviña, por breve que sea, delata al campesino que está atrapado en su cuerpo de más de siete décadas de vida, cinco de ellas, por lo menos, dedicadas a andar por lodazales y cañadas que podría reconocer con los ojos vendados, saludando gente y hablando con ese tono de quien parece haber vivido bastante.

En la foto.- Alirio Traslaviña, primero a la izquierda, fue el conductor de la histórica toma campesina del Parque del Centenario de Cartagena, hace 25 años. En la silla de ruedas está César Martínez seguido por Miguel Castañeda, luchadores de la defensa de Ecopetrol, los tres fueron víctimas de un atentado en Barrancabermeja, en 1987 y hoy viven sin abandonar sus convicciones. (Archivo de A. Traslaviña)

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