martes, 5 de julio de 2011

Niños esclavos de Cartagena


En Cartagena niños trabajadores

Por: Libardo Muñoz

De las barriadas pobres de Cartagena, salen todos los días niños que trabajan.

Esos niños cartageneros son víctimas de la injusticia social de una ciudad gobernada al dictado de los intereses clasistas de los poderosos de la finca raíz y de la privatización neoliberal, que ya hizo desaparecer el Estado.


Están privatizados el agua, la energía eléctrica, el gas, el alumbrado público, la salud, la telefonía, los puertos marítimos, el aeropuerto, las carreteras y gran parte de la educación, de tal manera que los edificios de la Gobernación y de la Alcaldía, hoy transformados en nidos de burócratas de origen provinciano donde se conversa de cosas inútiles, pronto serán hoteles para multimillonarios.

Las figuras del Gobernador y la del Alcalde, sólo están para recibir comisiones y adjudicar contratos de construcción de megapartamentos, de acuerdo con el Plan de Ordenamiento territorial POT, una vagabundería más que le da las mejores tierras a los especuladores de finca raíz y lanza a los pobres a la periferia, a invadir pantanos.

El punto central de la explotación silenciosa de la niñez trabajadora de Cartagena es el Mercado de Bazurto, bajo el calor y el sol aniquilantes a donde llegan en busca de cualquier oficio para obtener unas monedas: cargar sacos más pesados que sus cuerpos, empujar carretillas llenas de plátanos, ponerse al hombro bolsas de compras hasta el taxi en que va a embarcarse una ama de casa. La mayoría son chicos amables.

Puede afirmarse que el mercado de Cartagena, con su pestilencia y su ruido interminables, retratan un sistema impuesto por encima de toda legislación que prohíbe la explotación de la niñez.

El resto de los niños trabajadores de Cartagena, se esparce por los semáforos y en los cruces más peligrosos, donde los vemos vender agua y colgarse de los estribos de las busetas, mal calzados o en el menos grave de los casos, en chancletas.

Otros niños trabajadores de Cartagena cantan canciones de letras destinadas a conmover el corazón de los pasajeros, para luego, recoger un aporte que casi siempre es generoso, es una mendicidad patética, maquillada que practica una niñez que no puede ir a la escuela.

Se calcula en un poco más de 4 mil menores de edad esparcidos por la ciudad capital de Bolívar, que tiene el más elevado porcentaje de población desplazada del campo, de campesinos que huyen de los paramilitares y de sus testaferros de la palma aceitera, que están apoderándose de las mejores tierras de los Montes de María.

Vemos niños trabajadores en los carros de mula, de ayudantes de sus padres, haciendo mudanzas, llevando arena, escombros o dedicados al reciclaje.

La niñez trabajadora de Cartagena pasa desapercibida ante los ojos del transeúnte, el medio los asimiló como parte de un paisaje urbano sumergido en el desorden y en el nada me importa, en el rebusque generalizado impuesto por las leyes del mercado neoliberal.

Las emisoras a todo volumen hacen su oficio con locutores que vociferan tonterías y palabras que no van al fondo de nada. Los gobernantes locales se hacen elegir, llegan, pasan y se van de una Cartagena paradisíaca en la que ni ellos mismos creen.

Colombia figura en una lista que nos avergüenza junto con Rumania, Rusia, Brasil, Nigeria, Ecuador, Sierra Leona, Bulgaria y Ucrania, donde los niños en una cantidad de 8 millones 500 mil están sometidos a trabajos forzosos, muy parecidos a la esclavitud.

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