Por: Libardo Muño
Todas las brillantes victorias de
Colombia en el Mundial de Futbol de Brasil, han sido aprovechadas de
manera impune por pandillas de atracadores, motorizados, borrachos sin
control, en todos los puntos de Cartagena, para implantar una ola de
violencia y de robos que tiene a la comunidad con los pelos de punta.
Lo peor ocurrido hasta ahora sucedió
al finalizar el partido que Colombia ganó a Japón, pues Cartagena vivió
un estallido de agresiones sin sentido que nada tienen que ver con el
deporte y que provocaron un desajuste colectivo de miedo, pocas veces
visto.
El transporte público se paralizó y esto agravó la situación.
Ríos
de motociclistas borrachos se tomaron todas las arterias de Cartagena,
algunos sujetos exaltados disparaban y una señora dentro de su casa
recibió un tiro en la cara y por fortuna ya no corre peligro su vida.
Fachadas
y vitrinas de almacenes fueron reventadas a palo y piedra y a las
personas del común, ciudadanos indefensos no les quedó otro camino que
refugiarse donde pudieron o en sus casas.
El consumo
desmedido de licor en toda Cartagena y la presencia de otros
estimulantes provistos por el narcotráfico urbano, hicieron aflorar un
resentimiento social y un comportamiento que habla por sí solo, de la
mala calidad de la educación colectiva que campea en una ciudad
promocionada como centro histórico y turístico internacional.
Sin
excepción todos los estratos urbanos de Cartagena están lamentando hoy
que hasta para festejar las victorias de los muchachos de Pekerman,
salidos de barrios y pueblos humildes, tengan los cartageneros que
encerrarse en sus casas, bajo medidas que más parecen recomendadas para
un Estado de Sitio.
Foto el Universal
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