Por Libardo Muñoz
Después de tres alcaldías Barrio San Francisco de Cartagena todavía en escombros.
El 13 de agosto de 2011, 1.500 casas de las lomas de San Francisco, fueron tragadas por profundas grietas que se abrían paso, frente a las miradas horrorizadas e incrédulas de sus habitantes, familias que en los últimos cuarenta años, levantaron paredes y techos con recursos precarios y grandes esfuerzos.
El 13 de agosto de 2011, 1.500 casas de las lomas de San Francisco, fueron tragadas por profundas grietas que se abrían paso, frente a las miradas horrorizadas e incrédulas de sus habitantes, familias que en los últimos cuarenta años, levantaron paredes y techos con recursos precarios y grandes esfuerzos.
En pocas horas, como si se tratara
de las fauces de un monstruo invisible, lo que fue un barrio activo,
dicharachero y alegre en medio de las privaciones de lo elemental,
desapareció y 1.200 familias quedaron en la calle, expuestas al sol y a
la lluvia.
Algunos enseres, trastos de cocina, electrodomésticos,
muebles, ropa y gallinas, fueron rescatados a las carreras por las
familias de San Francisco, para las que comenzó un peregrinar
menesteroso, por un laberinto de oficinas y funcionarios sin capacidad
política y administrativa para atender la emergencia.
San
Francisco se levantaba en las estribaciones occidentales del cerro de La
Popa, albergue de una gran franja de la pobreza de Cartagena.
Padres
de familia, mujeres cabezas de hogar, obreros, fueron edificando sus
casas como pudieron, sobre antiguos botaderos de basuras, muchos años
antes de la aparición de los llamados rellenos sanitarios, marginados
por los altos costos de la tierra urbana que en Cartagena tienen
proporciones absolutamente demenciales, al alcance sólo de los ricos.
Ese fue el San Francisco de los primeros pobladores, hoy abuelos o ya
fallecidos.
La falla geológica en la que se hundió San Francisco fue
acentuada por las fuertes lluvias de fines de 2010, cuando cayó sobre
Cartagena en una semana, toda el agua de un periodo de invierno
completo.
El Presidente Santos y la primera dama se hicieron
fotografiar en medio de las ruinas de San Francisco, cargaron recién
nacidos y abrazaron ancianos, es decir, lo de siempre cuando la pobreza
da hasta para montar un espectáculo.
Pero la solución nunca
llegó a San Francisco después de tres alcaldías, como lo denuncia hoy
una delegación de antiguos habitantes del barrio.
Todos los
vecinos de San Francisco buscaron albergue donde parientes o amigos,
otros volvieron a armar como pudieron techos con pedazos de zinc, se
produjo un estallido social que dispersó familias, rompió lazos de unión
y de hermandad vecinal, creó una tragedia silenciosa, que se agregó al
ofensivo marginamiento que se ve de bulto en la Cartagena popular, la
del 36% de pobreza.
En Cartagena de manera oficial no existe
en el momento un proceso de suelo urbano, que permita producir vivienda
de interés social, rótulo creado por el capitalismo salvaje, para
hacinar pobres, donde, como lo dijo el poeta Luis Carlos López, la
cocina queda al lado de letrina.
Las sucesivas alcaldías de
Cartagena han sido tan pasivas como antes en cuestión de suelo y de
urbanismo, como no sea para construir grandes condominios especulativos
para multimillonarios nacionales o extranjeros.
Para
comprobar lo anterior basta pasar por las tierras del norte, más allá de
La Boquilla o Punta Canoa, sembradas de torres de cristal, verdaderos
sueños de la elegancia y la comodidad levantados a gran velocidad.
El
llamado Plan de Ordenamiento Territorial POT, de Cartagena es un
instrumento más de la corrupción para orientar y planificar las
construcciones según le convenga a los poderosos del capital, eso puede
resumir la desgracia de San Francisco, un barrio de pobres.
Foto Óscar Díaz - El Universal
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